Desde el prisma popular, desde la concepción que se tiene del comportamiento a pie de calle, es habitual tirar de la genética como explicación causal de múltiples cuestiones que rodean a la conducta.
Aún a día de hoy, parece superior el halo de cientificidad que rodea a la biología en detrimento de otras disciplinas como la nuestra, la psicología. Pareciera que, si hablamos de genes, de sustratos fisiológicos, de variables biológicas… estamos amparándonos más en el rigor y la evidencia que si hablamos de contexto, de aprendizajes, de variables psicológicas. Pareciera que sólo fuese científico lo primero.
Esto es un craso error, pues la psicología es una ciencia que se sitúa en otro nivel de análisis, en un nivel que quizá sea más manido y asequible para la población popular, pues su objeto de estudio es el comportamiento, y todos nos comportamos, por lo que todos creemos entender del mismo; pero pese a situarse en otro nivel de análisis, no es por ello menos ciencia, ya que se adscribe a las premisas comunes, a los axiomas filosóficos… que constituyen al resto de ciencias; y basa sus explicaciones sobre la conducta en unos procesos de aprendizaje que han sido demostrados científicamente. No nos hace falta abrazar explicaciones biologicistas para hablar con rigor o fundamento.
Más allá de este halo de cientificidad que rodea a la biología, otro factor que puede estar incidiendo a la hora de aferrarse uno más a la explicación desde la genética, es el hecho de que hablar de “aprendizajes”, siendo este término un concepto popular ya vastamente pervertido, puede sonar a que estamos eligiendo cómo nos comportamos. Y no, que algo sea aprendido no quiere decir que sea elegido o volitivo.
Hay mucho desconocimiento y una pésima divulgación de los principios del aprendizaje, acabando por creer que estos son cuatro chorradas de sentido común. Para nada, es más, muchas veces van en contra de lo que podríamos concluir desde el sentido común.
En resumidas cuentas, cuando muchas veces hablamos de por qué hemos emitido cierto comportamiento, abrazamos explicaciones que ponen el foco en el cerebro, en el sistema nervioso, en el interior (en un sentido biológico), cuando verdaderamente las causas están en elementos como el entorno, nuestra interacción con el mismo, nuestra historia de vida, el bagaje de circunstancias y aprendizajes que hemos ido cosechando.
Esto no quiere decir que deba desdeñarse la variable biológica. No, por supuesto que no, pues aporta conocimientos que deben tenerse en cuenta para la explicación de la conducta. Pero quizá, no debamos siempre aferrarnos a estas variables como si fueran causas unívocas, sino más bien hacerlo como eso, variables que disponen en mayor o menor medida.
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