La psicología estudia el comportamiento. Todo el mundo se comporta, por lo que todo el mundo cree saber de ello. Y sí, en cierto modo se sabe, la experiencia no es yerma, pero lo que se sabe es subjetivo o sentido común.
Es difícil que alguien asuma que una persona que casi ni conoce sabe más acerca de su comportamiento que él mismo. “Me vas a venir tú a decirme por qué hago lo que hago notejode…”
La psicología se enfrenta al último bastión al que se aferra la humanidad. Ya el heliocentrismo, la teoría de la evolución, etc. fueron despojando al ser humano de ese trono putativo que se había arrogado en la naturaleza.
Sin embargo, la última batalla la libra la psicología, teniendo que hacer entender a la humanidad que su comportamiento también está sujeto a una serie de principios y leyes completamente estudiables.
La concepción dualista del ser, la tradición antropocéntrica, la raigambre católica y demás variables que hemos ido mamando, son difíciles de derribar, por más evidencia que se postre enfrente. No gusta asumir que no somos tan especiales como nos han hecho creer.
Además, los tecnicismos derivados de la investigación psicológica se entremezclan con el lenguaje de la calle. Conceptos como “aprendizaje”, “reforzamiento”, “condicionamiento” o “castigo”, ya tienen una acepción en el léxico popular.
Inclusive, dentro del propio gremio hay confusión o disenso con muchos de los términos. Por ejemplo, no es inusual ver un manual de psicología en el que se hable del reforzador como premio o recompensa.
Este tipo de confusiones son infinitas. También es habitual que se asocie castigo con regañina o dejar sin “x” cosa a alguien. Y no, ni reforzador es igual a premio, ni castigo es igual a regañina. Pero claro, estos conceptos ya están manidos y pervertidos.
Esto me sirve para enlazarlo con otro de los puntos… Y es que primero necesitamos divulgar para dentro, antes de hacerlo para fuera. Primero hemos de barrer el interior, si es que queremos luego invitar a que otros pasen. Si no, todos nos vamos a llenar de mierda.
Es recurrente la divergencia o la contradicción entre propios profesionales, pues la formación académica deja bastante que desear. No es que sea plenamente inservible, algo se puede sacar, pero es todo tan deshilvanado y engorroso que cuesta hacerlo.
Así, muchos profesionales salen de la carrera habiendo asumido que la psicología es ciencia y que lo guay es el eclecticismo y coger un poco de aquí y un poco de allá, buscar lo bueno de cada teoría…
Se asumen una serie de premisas como dogma y luego se ejerce desde la perogrullada más absoluta y la psico-obviedad más fútil y banal. Se hacen cosas un poco al azar, repercutiendo en el desprestigio de todo el gremio.
Es inexistente la formación en filosofía de la ciencia o filosofía de la psicología, por lo que no se aprende a discriminar entre lo que es ciencia y lo que es pseudociencia o protociencia… entre qué “psicologías” son mejores… entre lo que es ciencia y lo que es tecnología…
Si tomamos esto último como ejemplo, podemos ver que muchos profesionales salen repitiendo y, además, indignados si se les lleva la contraria; que la psicoterapia es una ciencia. Y no, la psicología es la ciencia, pero la psicoterapia es una aplicación más derivada de ésta.
Se saben cosas, pero no se saben por qué se saben, ni de dónde vienen, ni por qué una cosa es mejor que otra… Es todo un completo disparate. Y desde el disparate, uno se lanza a divulgar con la mejor de las intenciones, pero claro, desperdigando aún más el disparate.
Por otro lado, como decía, todos nos comportamos, y esto incluye a los profesionales. Así, muchas veces es difusa la línea entre lo que es opinión, subjetividad y experiencia, y lo que es evidencia, rigor y objetividad. La realidad que divulgamos está casi siempre sesgada.
Es un grave problema, pues mucha gente lee a “x” psicólogo decir algo sobre determinado comportamiento y asume, lógicamente, que lo hace con la evidencia en mano, desde la teoría, desde el fundamento y el saber. Y no, la mayoría de las veces se está cuñadeando.
No es que tenga culpa el profesional de ser leído así, pero tampoco es culpa del que de esa manera lo interpreta. Si un físico habla de átomos y luego habla de por qué Fulanito insulta cada vez que ve un partido de fútbol, queda claro cuándo está opinando y cuándo no.
Sin embargo, el psicólogo no estudia átomos, estudia conductas, por lo que si habla del caso de Fulanito, puede haber malentendidos y confusión. No se sabe desde qué lugar lo dice. Esto es muy peligroso para la gente y para la propia psicología.
Lo cual, desemboca en dos caminos:
1) Que lo que dice el psicólogo se equipare a cualquier opinión y se concluya que la psicología es sentido común o cosas del estilo.
2) Que lo que dice el psicólogo se sobre-estime, vaya a misa y se le tenga por líder de opinión sin merecerlo.
Sumado a todo esto, hemos de tener en cuenta los mil y un mitos que abrazan aún hoy día a la psicología…
- Asociar psicología sólo con psicoterapia
- Creer enfermedades los problemas psicológicos
- Entender la terapia como mera charla
- Asumir lo patológico como objeto de estudio
Estos y muchos mitos más, trastabillan el proceso de divulgar. La asunción del modelo biomédico, la tradición psicoanalista, la supremacía de la psicoterapia… no son sólo mitos que estén de puertas para fuera, sino que todo estudiante de dentro es impregnado por ellos.
En resumidas cuentas, por su objeto de estudio y su nivel de análisis, la psicología es, posiblemente, la ciencia más jugosa y, al mismo tiempo, compleja, de divulgar; la más atractiva y escuchada, a la par que la más desdorada y vista con suspicacia.
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-FILOSOFÍA DE LA CIENCIA – Antonio Diéguez y Gustavo Esteban Romero
-DESMONTANDO EL PSICOANÁLISIS – Óscar Teixidó
-LO QUE TODA ESTUDIANTE DE PSICOLOGÍA DEBERÍA SABER – Diego Rodríguez, Luis Vega y Marcos de Andrés
-“EL CONDUCTISMO LO TIENE MUY NEGRO” – Esteve Freixa i Baqué
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