COMO HUIDA DE LAS EXPLICACIONES CIRCULARES Y DE LA CONCEPCIÓN DE LA PERSONALIDAD COMO ALGO INMUTABLE
Esta (aparentemente sencilla) frase es una de las favoritas de todo analista de conducta, y tenemos razones de sobra para ello. A lo largo de esta entrada al blog iremos desarrollándolas para que, una vez leído, puedas afirmar con rotundidad que, efectivamente, somos lo que hacemos.
Al decir que somos lo que hacemos estamos asumiendo una serie de premisas sumamente importantes a la hora de entender por qué nos comportamos como nos comportamos, cosa que todo psicólogo que se precie debería querer saber.
Antes de comenzar, quería dejar claro que cuando hablamos de “hacer”, no estamos hablando sólo de lo puramente motor, de lo que se ve; sino que también estamos hablando de lo que se siente y de lo que se piensa. Desde el análisis de conducta, definimos el comportamiento como toda interacción entre un organismo y su entorno, por lo que incluimos la conducta pública (motora), y la privada (pensamientos y emociones).
Ahora sí, empecemos por el principio… tú que me estás leyendo: ¿qué eres? ¿qué te caracteriza? ¿cómo te describirías a ti mismo/a? Te doy un minutillo para que lo pienses y después continúes leyendo. Probablemente, tras darle alguna que otra vueltecilla me contestes con algo que has estudiado, o en lo que trabajas, algún hobbie que ocupa parte importante de tu tiempo, o con algún “rasgo” de tu “personalidad” (del tipo soy tímido/a, tengo buena autoestima, soy divertido/a…). Ahora dale otra vuelta, ¿te das cuenta de que me has contestado a qué eres, contándome qué haces? Pues eso es, ni más ni menos, que asumir que, efectivamente, somos lo que hacemos.
Vale, hasta aquí todo bien, si hoy doy clases particulares a niños, y mañana dejo ese trabajo para ser investigador en la universidad, pasaré de ser una cosa, a ser la otra. Pero… ¿y si utilizamos esta misma lógica para esos “rasgos de personalidad”?
Desde la psicología “folk”, la popular, siempre se nos ha tratado de hacer creer que tenemos una especie de esencia, una serie de características que no podemos cambiar. Algunos lo llaman personalidad, otros carácter y otros temperamento, y lo que ninguno de ellos sabe es que nuestro comportamiento se puede cambiar, y al cambiar nuestro comportamiento estamos cambiando también esa supuesta esencia; estamos cambiando lo que somos.
Vamos con un ejemplo concreto para terminar de entender esto, porque quizá a algunos os está chirriando eso de poder cambiar la personalidad: Imaginemos a Esmeralda, una chica a la que desde pequeña han comparado con su hermano mayor, quien tiene muchos amigos, mientras que ella en su clase no ha encontrado compañeros/as con los que comparta aficiones, ya que en su pueblo el anime y las chicas que juegan al fútbol no están muy bien vistas. De esta forma, los familiares de esta muchacha siempre le han dicho que es muy tímida e introvertida, porque a su vez en casa nunca han terminado de entenderla del todo. Esmeralda ha acabado por asumir esos adjetivos como parte de sí misma.
Llegados los 18 años, Esmeralda se va a estudiar a la gran ciudad, y allí pronto se apunta al equipo de fútbol de la universidad donde además encuentra compañeras a las que les gusta el anime. Vaya, ahora resulta que a Esmeralda le gusta salir a bares a tomar algo, y con estas nuevas amigas no hay quien la calle, se ha convertido en toda una “extrovertida”. ¡Tachán! Hemos conseguido que Esmeralda cambie su personalidad, es más, las circunstancias le han llevado a cambiar su comportamiento, a cambiar lo que hace, y por tanto, a cambiar lo que es.
Este es, obviamente, un ejemplo general para poder entender lo que estamos tratando, y poder llegar a donde queremos llegar, que creo que es a conclusiones bastante interesantes, ¿no?
A donde también queremos llegar es a explicar que ponerles nombre a las cosas no es explicarlas. Nuestra ya amiga Esmeralda, no se comportaba como lo hacía en un principio por ser tímida, y después por ser extrovertida. “Tímida” y “extrovertida” no son más que el nombre que se le pone a una forma de comportarse -en general- que tenía esta persona, al igual que lo puede ser cualquier otro de estos tan famosos rasgos de personalidad.
Si decimos que alguien se comporta de x manera porque es x, por ejemplo “te portas mal porque eres travieso”, estamos cayendo en una pseudoexplicación circular en la que podemos dar vueltas y vueltas hasta cansarnos, que seguiremos sin dejar nada en claro: eres travieso porque te portas mal – te portas mal porque eres travieso (bis).
Pero las implicaciones de ir con el “somos lo que hacemos” por bandera no se quedan ahí, y es que tener claro todo el razonamiento que hasta aquí ha sido expuesto nos es de gran ayuda también a nivel individual. De esta forma, cuando algo de nosotros mismos nos está generando malestar, tenemos la predisposición inicial de que es algo que se puede cambiar cambiando la forma de comportarnos.
No obstante, hay que tener mucho cuidado con esto, ya que puede parecer que caemos en ese tan típico “si quieres puedes”, y si de algo queremos alejarnos es de ese pensamiento naíf. Para cambiar, especialmente aquellos patrones comportamentales que tenemos muy arraigados, hacen falta muchas cosas, y ninguna de ellas es una especie de fuerza de voluntad que emane de nuestros adentros. Cambiando lo que hacemos, cambiamos lo que somos, pero el camino del cambio siempre es pedregoso.
Por último, quería añadir una implicación más de esta frase de la que espero que a estas alturas estéis enamorados. Y es que cuando decimos que somos lo que hacemos, estamos también hablando de la vida y de la muerte. Empezamos a ser (a vivir) cuando hacemos (cuando nos comportamos), y por tanto morimos cuando dejamos de hacer, cuando dejamos de comportarnos. Por tanto, comportarse es vivir; y en contraposición, dejar de comportarse es morir.
ENLACES A RECURSOS RELACIONADOS DE INTERÉS:
-¿QUÉ ES LA PERSONALIDAD? – José Burgos
-¿LA PERSONALIDAD DEPENDE DE LA GENÉTICA? – Ramón Nogueras y David Saavedra
-NO ERES DE UNA MANERA UNITARIA E INMUTABLE – enGrama