Es muy duro sentir que se recae en problemas psicológicos, en rachas de mucho malestar. Es muy duro sentir que de nada sirve lo avanzado porque se vuelve a la casilla inicial…

No obstante, lo bueno de haber estado en lo más oscuro, es que siempre restan miguitas de pan por el camino que sirven de pábulo cuando uno se halla hambriento. Estas miguitas permiten ir saliendo de la penumbra e ir acercándose de nuevo a zonas de más luz.

Todo esto puede sonar pueril, pero tiene una gran parte de razón, ya que no hay vivencia en vano y el hecho de haber salido de determinados momentos duros, acarrea una serie de aprendizajes que facilitan mucho el salir más rápido del atolladero.

Por ejemplo, cuando uno ha atravesado una depresión, se lleva en el bolsillito una serie de herramientas que, de implementarse si se cae de nuevo en tales bucles, harán más sencillo todo el proceso.

Quizá todo esto no sirva de demasiado consuelo, pues lo que nos gustaría es no volver a pasar por tan funestos momentos, pero nadie nos puede asegurar eso.

La vida es incertidumbre en todo su esplendor, y requiere de exposición en todo su repertorio. Vivir conlleva riesgos, pero pretender controlar todo ápice de riesgo, conlleva no vivir.

Además, también hemos de tener presente que los procesos para salir de problemas psicológicos, no son lineales, y que las idas y venidas, los supuestos vaivenes o retrocesos, no deben tomarse como recaídas, ya que uno puede sentirse con mayor malestar, pesadumbre o desazón y que eso no implique una vuelta a la partida de salida.

Así que sí, a veces toca aceptar que se ha vuelto a esa habitación oscura, a esas sensaciones desagradables, a esa zozobra, a ese vivir evitando; pero teniendo siempre presente que un día ya fuimos Pulgarcito y fuimos dejando migas de pan para hacer más ameno el camino de vuelta.